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sábado, 31 de marzo de 2018

AVENTURAS EN LA MARYGALANTE Cap.5

Hola! Como veis el trazo de la ilustración ha cambiado, a partir de ahora Merche Moreno toma el timón en poner imagen a la historia.Se acerca Sant Jordi y este año, de nuevo, voy a dedicar el 10% de las ventas a ADE, para seguir colaborando en el rescate de animales. Gracias a todos!!
CAPÍTULO 5

ESPERADOS E INESPERADOS REENCUENTROS



Un estruendoso Kikirikííííííí rasgó el sereno silencio de la noche. Opalena no había dormido muy bien y tras el susto que le produjo aquel canto tan sonoro fue incapaz de seguir durmiendo; por ello cuando la Sra. Lotte llamó a su puerta ya estaba levantada, vestida y con su equipaje recogido, las sábanas en el cesto de la ropa sucia, la manta doblada y la ventana abierta.

Ereleig se acababa de lavar la cara cuando llamaron a su puerta. Abrió y ya estaban allí la Sra. Lotte y Opalena vestidas y esperando. El chico se puso los zapatos y cogió su petate.

- Ya estoy listo.

La Sra. Lotte le sonrió y le señaló la cama. El muchacho la miró confuso.

- No, no la entiendo Sra. Lotte.
- Lo siento Ereleig, me cuesta recordar que no estás acostumbrado a viajar y pernoctar fuera de casa. Una excelente norma a seguir, cuando estamos fuera de nuestro hogar, es dejar todos los lugares en los que estamos mejor que como los hemos encontrado. En ocasiones no es posible, pues el lugar es inmejorable, entonces lo dejamos tal cual lo hayamos. En este caso, al ser una posada la dejaremos en las mejores condiciones para su limpieza. Las sábanas sucias en el cesto de la ropa sucia, la manta bien doblada sobre el taburete. Las toallas que has utilizado, si están secas, al cesto y si están mojadas en el suelo. La ventana abierta y cuando el personal de limpieza venga podrá realizar su trabajo y te estará muy agradecido por facilitarle la tarea.
- Muy bien Sra. Lotte.

El chico dejó su petate e hizo tal como la mujer le había explicado. Una vez la habitación estuvo lista cogió de nuevo sus cosas y bajaron a desayunar. Dejaron el equipaje en la sala de guarda de la posada, así podrían hacer las compras con soltura.

Al ir a salir a la calle se encontraron con el Sr. Lay que entraba. Tenía la capa mojada, una fina capa de barba y su habitual sonrisa.
- Buenos días Sra. Lotte, Opalena, Ereleig.
- Buenos días Kuncita, te has levantado muy temprano o no has dormido en la posada...
- Tuve que madrugar Sra. Lotte. Esta vez puedo quedarme con Ereleig, si no lo necesitáis para algo en concreto.
-¿Que dices Ereleig, te quedas con el Sr. Lay o vienes con nosotras?
Por primera vez en su vida el muchacho tenía que elegir, hasta el momento siempre le habían dicho lo que tenía que hacer, a dónde ir o con quien estar. Por un lado le apetecía pasear con el Sr. Lay pero también quería volver a la biblioteca, quería ver aquellas estanterías una vez más, se había pasado la noche soñando con ellas. La Sra. Lotte notó su duda e intentó ayudarle.
-Ir de compras es bastante corriente, puede ser incluso repetitivo. Acompañar al señor Lay suele ser, por norma, una aventura diferente, nunca se sabe por dónde puede acabar un paseo con él. 

En lugar de ayudar lo que consiguió fue confundir al chico.

- Sra. Lotte, por favor, está usted exagerando. Ereleig no voy a ofenderme porque no quieras acompañarme. Si te apetece más ir de compras adelante.
-Es que, me gustaría poder ir otra vez a la biblioteca- se excusó el muchacho.
-Si es sólo por eso no hay problema, ve con el Sr. Lay y hacia las doce nos encontramos en la biblioteca. ¿Te parece bien Kuncita?
-Me parece estupendo- respondió el hombre.
- Resuelto entonces, Opalena se queda conmigo y Ereleig que pasee por el puerto. Nos vemos en la biblioteca a las doce. ¿Está lloviznando?
- No, es el rocío de madrugada, tuve que salir muy, muy temprano. Que tengáis una mañana estupenda y encontréis todo lo que precisáis.
- Gracias Sr. Lay, lo mismo os deseamos. ¡Hasta luego!

La Sra. Lotte salió seguida por Opalena. Ereleig les dijo adiós con la mano desde el ventanal de la posada.

- Bien muchacho -dijo Kuncita-, voy a asearme un poco y a recoger mis cosas e iremos a capitanía a arreglar un asunto para la capitana. No tardaré mucho, si te apetece toma una taza de cacao, le dices a la camarera un especial Kuni, verás que delicia te prepara mientras esperas.

- Sí Sr. Lay, gracias.

El hombre subió a su cuarto y el chico fue al comedor de la posada. Tras la barra estaba la mujer alta y delgada que les había recibido la noche anterior. Ereleig le hizo una pequeña inclinación de cabeza, tal como le habían enseñado en el hotel.

- Buenos días señora, el Sr. Lay me ha pedido que lo espere y mientras lo hago que tome una taza de cacao especial Kuni.
-Vaxa, exo sí ex una novedad. E un privilexio, ex la primera veis que Kuncita reconoxe que tenemox una bebida expexial para él. Axí me decix xi tambén la encontraix exquixita.

El dulce acento de la posadera le recordó a Ereleig a una "familia bien" del planeta Ciagali, que había pasado una semana en el hotel, pero a diferencia de la posadera, toda la familia era de estatura más bien baja y con grandes músculos. La forma de hablar fue lo que le llamó más la atención por lo diferente del acento, se preguntó si la mujer también sería de aquel planeta. Al cabo de un ratito la posadera salió con una gran taza humeante. Le indicó a Ereleig que la siguiera y se la dejó sobre una mesita junto a la ventana.

- ¡Bon provexo! ¿Queréx extar xolo o queréx que ox haga un poco de compañía? -la expresión sorprendida del muchacho le hizo gracia-. Te explicaré una leyenda de Emmerald. Vox comex el cacao que no xe enfríe.
Al meter la cuchara en la taza, el chico comprobó que la consistencia de aquel cacao era totalmente diferente al que había tomado en el Antro. Este cacao tenía una consistencia parecida al puré de patata. Al probarlo le supo tan rico como el del Antro, aunque era diferente. La mujer le sonrió.
- ¿Te guxta?
- ¡Es delicioso señora!
- Uno de lox xecretos ex la leise de dada. Aquí en Emmerald la leise de dada tiene un xabor expexial por la herva de Ebanno. ¿Xabex quien ex Ebanno?
- No, señora.
- Ebanno era un creador, viajaba por muchox lugarex y creaba coxax. Aquí en Emmerald llegó con la luna grix, haxe muxos muxos muxos xiglox y xe enamoró de una muxaxa de la ixla, era la bibliotecaria, entonxes la biblioteca no era tan grande como ahora, xolo tenía la planta baxa, que ahora ex el dexván. Toda la ixla era muy diferente, puix caxi todo eran rocax y xolo en el xentro había pradeiras com herva, e la gente que vivía tenía que vigilar muixo las provixionex. Ebanno quería millorar la calidad de vida de las xentes, en expexial la de la fermoxa Xabela, que era la muxaxa de quien extaba enamorado y creó una herva nova, que podía crexer xobre lax rocax, y toda la ixla xe llenó de verde, y los dadas que vivían aquí comenxaron a multiplicarxe, y a dar una leise con un xabor diferente y muy bona. Graxiax a esta leise el comerxio de la ixla comenxó a florexer. Ebanno le pidió matrimonio a Xabela y le dijo que como regalo iba a fer un libro expexial, con toda la flora y fauna de todox os lugarex a lox que xe podía ir en una vida. Pero el creador olvidó que la vida de una emmeraldiana ex muito max corta que la de un creador. Cuando Ebanno volvió con el libro, Xabela era viexita viexita, yuxto duró para morir en braxos del creador que le regalaba el libro max formoso que ella había vixto. Dixen que el libro está en el dexván de la biblioteca de Emmerald, que al dia xiguiente tenía doix plantax. Nadie vio maix a Ebanno ni xe xabe dónde extá el corpo de Xabela, pero xuxede en ocaxiones que la biblioteca a crexido por xi mateixa y por exo ara tene xinco plantax y xolo el bibliotecario Mayor e contadax perxonax pueden xubir al dexván.
- Yo he subido, ayer con la Sra. Lotte, y ví el libro, ¡y me habló!
- Vaxa, exo xí ex toda una xorprexa, e un gran gran privilexio. També lo ex navegar en La Marygalante, pocox barcox xon com ella, yo no conoxco ningún otro. ¿E cual ex tu nombre futuro marinero?
- Ereleig señora.
- ¡Ma coxa! Exo ex xuertudo en lengua kogán. ¿De on erex?
-Soy de Letuga, durante unos años viví en Gora-Gura y luego me trajeron a Komo a trabajar en el Gran Hotel, pero sin querer un bromen se intoxicó y me enviaron al mercado, allí nos compró el Sr. Lay. ¿De dónde es usted?
- Del exte de Ciagali.
- Usted perdone, pero su acento me sonaba de allí. Una vez vinieron clientes al hotel y hablaban como usted, aunque eran muy diferentes de usted.
-¿Eran baxox e fuertex?
-Sí.
-Nortenos, de Ñacoru. Lax xentex del oexte lox Lucux xon muy peludox, hombrex e muxeres. Lox del sur Xenoure tenen la piel dorada e no xon ni tan altos como noxotros ni tan fortex como los norteñox. E noxotros los de Vedraponte semos ¡lox max guapox! Ja ja ja ja jaaaa.
- Creía que los más guapos éramos nosotros los de Eyre-replicó Kuncita mientras se acercaba al dúo.
- Exo depende de a quien le preguntex, ja ja ja ja ja. ¿No xe levantan aún tux compañerox?
- No, no creo que lo hagan hasta las once, ayer cerraron el Antro. Duncan quiso aprovechar que Mis Egaine llevaba la flauta y montaron una velada musical improvisada. Pero zarpamos esta tarde con la primera pleamar así que a las doce seguramente tienes las habitaciones desocupadas. ¿Qué te ha parecido mi especial Ereleig?
-Delicioso señor y la señora me ha explicado una leyenda muy interesante.
-Para leyendax interexantex la capitana, Larimar O´brian sabe contar cuentox, xi un dia querex xaber max coxax de Ebanno le pidex, ella fue la que me lox contó a mí.
-Gracias por acompañar al chico Andurinna. Vamos a terminar de arreglar unos asuntos y antes de zarpar vengo a pagar la cuenta.
-Que tengaix un matí provexoxo.

Kuncita y Ereleig salieron de la posada cuando ya el sol se abría camino en un cielo azul salpicado de gavimetas que salían a buscar el almuerzo a alta mar.

El puerto, que cuando llegaron estaba tranquilo, era un hervidero de gente, animales y vegetales de todas las formas y colores posibles. El día anterior Ereleig se había limitado a seguir a la tripulación, sin reparar en los muchos barcos, buques, veleros y barcas que se mecían tranquilos en sus amarres.

El edificio de capitanía era pequeño y de una bonita piedra marrón claro. El techo estaba tapizado de hierba verde y el muchacho descubrió un pequeño dada que pacía allí, tan tranquilamente. Dentro había casi tanto bullicio como fuera. Fueron hasta una puerta con un letrero de bonitas letras entrelazadas. Como Kuncita le dijo que lo esperar fuera el chico se entretuvo en descifrar el letrero.

-" La p con la a pa, la te con la e y la ene ten, pa-ten, tes, pa-ten-tes. ¡Patentes! Debe ser el sitio de las patentes. ¿Que serán las patentes?"

Mientras el chico pensaba en las patentes el Sr. Lay se giró y lo saludó desde dentro. Con gestos le indicó que le faltaba aún un poco. El chico asintió y levanto los dedos índice y corazón de la mano derecha en señal de recibido; se lo había enseñado Corma en su primera lección como grumete. El gesto llamó la atención de unos cuantos chicos que estaban esperando en el rincón de la tetera.

- ¿Habéis visto a quien le ha dado el recibido?- preguntó el más alto de todos, llamando la atención de sus compañeros.
- ¿Quien?
- Ese chico junto a la puerta de Patentes-el chico alto señaló a Ereleig.
- No. ¿A quién? -preguntó otro chico alzándose y fijando la mirada en la cristalera.
- Fijaos en el tricornio y la capa -les puntualizó el chico alto señalando a Kuncita.
- ¡El Sr. Lay-Malone! Eso quiere decir que La Marygalante está en puerto- dijo un muchacho cuya piel estaba cubierta de pecas verdes.
- No, la hubiéramos visto, pero si él está aquí seguramente arriba a puerto y ese chico debe ser grumete de la nave.
- Uauuuuu. ¡Vamos a preguntarle!- propuso el muchacho de las pecas.
- Tranquilos, ya lo hago yo- sentenció el chico alto.
- No, vamos todos. ¿O te crees que por ser primer grumete del Jacaré eres el que manda?
- Mira quién habla, el sub grumete de La Astutichia , la única nave con el gran privilegio de no salir jamás a alta mar...
- Al menos tenemos la Patente de Costa, de "toda" la costa, algo que jamás ha tenido el capitán Cox, ni siquiera ha tenido una patente ni de mercante.
- El Jacaré es un buque explorador; surca mares, conoce nuevos horizontes, descubre nuevas costas, algo que no sabría ver el capitán Eóghan ni aunque surgiera una nueva isla frente a Emmerald.
- ¿Le vamos a decir algo o vais a discutir sobre qué barco es el mejor?-preguntó el chico de las pecas.

Se acercaron a Ereleig en tropel y comenzaron a preguntar al mismo tiempo, por lo que el chico no entendió a ninguno de ellos. Instintivamente le salió el gesto de permiso para hablar, llevando dos dedos de la mano izquierda a la comisura de los labios. El efecto fue inmediato y los chicos se callaron. Pero entonces el Sr. Lay salió del despacho.

-¿Sucede algo señores?
- Nada en absoluto Sr. Lay -contestó el chico alto.
- Pues que tengan buen día. Vamos Ereleig.

Los chicos les abrieron paso y se quedaron mirando cómo salían de capitanía. Corrieron hasta las cristaleras para ver si podían verlos. El chico de las pecas propuso salir al puerto en cuanto les dieran permiso, a ver si podían ver aquel barco del que tantas historias corrían y que tan pocos habían visto con sus propios ojos. Kuncita propuso ir ya directamente a la biblioteca y Ereleig estuvo más que de acuerdo. Tenía muchas ganas de volver a ver las estanterías.

A la luz del día las puertas le parecieron al chico aún más impresionantes y hermosas. Sin darse cuenta subió los escalones de dos en dos y se quedó frente a ellas admirando los grabados. Kuncita sonrió al ver al chico subir las escaleras corriendo. Se disponía a subir muy lentamente, para que Ereleig disfrutara de las vistas, cuando una voz lo llamó.

- ¡Kuncita Lay-Malone! Eres el hombre más abominablemente desconsiderado que he conocido hasta el momento, y he conocido unos cuantos.

El hombre se giró y supo que tenía un pequeño problema. La voz era la de Ciara, la más malhumorada de sus novias de Emmerald. Con tan poco tiempo en puerto había tenido que decidir a quién ir a visitar. Se había decidido por Saoirse, que era a quien no había visitado la última vez que estuvo en la isla. Estaba convencido de que no habría problema y para cuando el resto se enterara ya habrían zarpado. Pero la visita de madrugada había sido advertida por más personas de las que él pensaba. Se acercó a Ciara con la más encantadora de sus sonrisas.

- Querida Ciara, siento mucho no haberte avisado, pero llegamos ayer, ya tarde, y partimos dentro de poco. Te mereces una visita en condiciones, no un simple hola y adiós.

Por toda respuesta la mujer le tiró a la cara un fajo de cartas.

- No quiero volver a saber nada de ti.

La mujer dio media vuelta y se fue caminando a grandes zancadas. Kuncita recogió las cartas y las guardó en su bolsa de viaje. Ereleig seguía ensimismado con la puerta, por lo que no había visto nada. El hombre suspiró y subió las escaleras despacio, pero ahora ya no era por dejar tiempo al chico, sino por darse tiempo él. Tuvo que carraspear un par de veces antes de que Ereleig advirtiera su presencia. Entraron en el edificio y fueron a la sección de cartografía. Si las estanterías de la sección infantil le habían gustado, las de cartografía, que eran totalmente diferentes, le gustaron aún más, por lo que el chico volvió a quedarse ensimismado siguiendo los intrincados dibujos. Kuncita fue a pedir unas copias de algunos mapas y a preguntar por la Sra. Lotte.

La Sra. Lotte y Opalena ya habían realizado la mayoría de las compras. Aunque a casi cada dos pasos alguien paraba para saludar a Emma y ésta no dejaba pasar la ocasión de preguntar por todo y todos. La muchacha se sentía terriblemente incómoda y se sorprendió añorando su mesita del rincón, trinchando verduras, en la cocina del barco, tranquila y sola. Cuando llegaron a las puertas de la biblioteca la muchacha se sintió aliviada. La Sra. Lotte le dijo que la esperara en la sala infantil, y que eligiera algún libro para el viaje, mientras ella recogía el pedido que había hecho la tarde anterior. La chica cogió un álbum ilustrado y se fue al alféizar de la ventana.

Al haber pasado la mayoría de la noche en blanco, sin darse cuenta, se quedó dormida. Soñó con la casa de los Pema, ella estaba en la Sala de Gala intentando encender el fuego, pero no había manera por mucho que lo intentara. Una voz severa comenzó a increparla e insistirle en que encendiera el fuego de una vez, pero cuanto más empeño ponía ella menos conseguía la llama, hasta que la levantaron por el pelo y la apartaron a un lado. La Archiduquesa la miraba con severidad "No sirves para nada, tendremos que deshacernos de ti, te enviaremos al peor lugar que pueda existir, sí allí vas a ir, al lugar del que nadie vuelve, dónde sólo hay desolación y muerte". Entonces apareció la Sra. Lotte por detrás de la Archiduquesa y la cogió por el hombro "Opalena, Opaleeenaa".

La chica despertó y se encontró a la Sra. Lotte que la miraba mientras le sacudía ligeramente el hombro. Tras ella vio al Sr. Lay que la miraba divertido y se avergonzó tanto que al querer levantarse se enredó con la falda y cayó al suelo desde el alféizar.

- Opalena, ¿Te has hecho daño? -se preocupó la Sra. Lotte-.
- No, no es nada, lo, lo siento Sra.
- Tranquila, todos nos hemos dormido en las ventanas de la biblioteca, se está tan tranquilo, caliente y seguro aquí que, simplemente ocurre. Vamos al mostrador a realizar el préstamo y a almorzar al puerto. Kuncita, por favor, ve por Ereleig. Opalena, por favor, puedes coger estos libros, creo que también los llevaremos, por si el viaje se alarga más de lo previsto.

El hombre salió de la sala, al igual que las mujeres. La Sra. Lotte fue al mostrador seguida por la chica. Faltaban algo menos de dos metros para llegar cuando un hombre paró a la Sra. Lotte.

- ¡Emma! He oído que estabas en la ciudad y me he dicho: Harold aprovecha y dile algo o ves a saber cuando la tendrás a tiro de nuevo. Estás estupenda, siempre tan bien vestida, tan bien peinada, tan redondita y tan colorada. Una deliciosa manzana de Una.
- Harold, siempre tan adulador.
- ¿Me harás el honor de comer conmigo? Te invito, perdón vas con una pupila, os invito al Rama Roja.
- Lo siento, ya hemos quedado con el resto de la tripulación, Kuncita ha ido a buscar a mi otro alumno y en cuanto hagamos el préstamos vamos al puerto, salimos con la primera pleamar de la tarde.
- ¡Oh qué pena! Debí venir ayer, en cuanto me enteré de que estabas en Emmerald, hubiéramos cenado. Tendré que esperar otro montón de meses hasta que vuelvas. ¿Dónde vais?
- A Hobrén  - el nombre se le escapó sin darse cuenta.

A Opalena se le cayeron los libros. El hombre miró a la Sra. Lotte y sonrió.

- ¡Que graciosa eres Emma! Anda, sin bromas, ¿A dónde vais?
- ¡Ay! no sé, aún no tenemos el destino fijo, de aquí zarpamos a An-Dro y de allí iremos a otro sitio, pero no recuerdo dónde - el rostro de la mujer comenzó a sonrojarse.

La expresión risueña del hombre cambió de inmediato.

- ¡Ajá, secretos! A An-Dro y de allí no sabes dónde. ¿No será que esperas ver a "alguien" en el Baile del Farol? Con la ilusión que he venido a verte y todo para confirmar que sigo sin tener el menor interés para ti. Tanto navegar con esa mujer te ha pegado sus extravagancias.
- Harold, te agradeceré no hables de ese modo de Larimar O'Brian, por respeto a su cargo como mínimo.
- Lo siento Emma, es que me siento decepcionado, preferir vivir en ese cascarón enseñando a unos chicos que ves a saber de dónde proceden -el hombre miró a Opalena-, sin ánimo de ofender pequeña, en vez de en mi mansión, me cuesta de entender.
- Harold, me halaga tu interés pero, de momento, sigo al servicio de La Marygalante.
- En fin, la próxima vez no te escaparás.
- Cuando venga a Emmerald, de visita, prometo quedarme en tu casa Harold.
- Lo has dicho, y lo dicho es ley.

Kuncita se acercó con Ereleig, por lo que el hombre saludó y se fue. La Sra. Lotte llegó al mostrador y por fin pudo hacer el préstamo, al no saber con exactitud la fecha de vuelta dejó el préstamo abierto, otro de los privilegios de haber sido bibliotecaria.

La tripulación se encontró al completo en el Lorely's, la taberna más antigua de la isla. Curiosamente los cuadros, que atiborraban las paredes, tenían la misma temática: Loreleis. Loreleis de todos los colores, solas o en grupo, en el mar o sobre rocas y playas, alegres,  risueñas, juguetonas, tristes, enfadadas, meditabundas, luminosas, oscuras, nadando, tomando el sol, acicalándose e incluso una te hacía burla desde su cuadro, miraras a dónde miraras una o varias sirenas te devolvían la mirada. Ereleig lo encontró divertido e intentó comentar algún cuadro con Opalena, pero la chica le respondió de mala gana y sólo con monosílabos, así que el chico la dejó tranquila.

La comida era buena, el Sr. Cook  hizo un comentario sobre cada uno de los alimentos. El camarero que les sirvió, un joven de piel llena de pecas verdes, agradeció cada uno de ellos y prometió informar a la cocinera. Una vez terminados los postres se retiraron a tomar té y esperar a que el Sr. Dandy les indicara cuando bajar a puerto. La mención del perro hizo que Ereleig se preguntara dónde había estado, ya que desde que se separaron ante la puerta de la posada no lo había vuelto a ver. Pidió permiso para salir a la puerta de la taberna. Kuncita se lo concedió y el chico salió del recinto, quedándose a la vista desde la cristalera del salón de té.

Su presencia llamó la atención del grupo de grumetes que lo habían visto en capitanía. De nuevo fueron el tropel y lo rodearon. Ereleig se sintió un tanto incómodo.

- Hola ¿Qué queréis?
- Niall, primer grumete del Jacaré, capitán Freiser Cox. ¿Vas con el Sr. Lay-Malone?
- Sí.
- Ciaran, Sub grumete de La Astutichia, capitán Eóghan Moore. ¿Dónde está La Marygalante?
- En el mar.
- ¿Y eres...?
- Ereleig uno de los dos grumetes.
- Sólo dos, eso quiere decir que no van a ir muy lejos- dijo el chico alto-. ¡Eres el primer o el sub grumete?
- No, no lo sé. Soy nuevo en esto de navegar -confesó un tanto avergonzado.
- ¡Venga ya! Es bien sabido que la capitana no admite a cualquiera en esa nave, no es un barco corriente y dices que nunca has navegado.

Unos ladridos resonaron desde el tejado de la taberna. Todo el grupo miró y sobre éste se hallaba el Sr. Dandy.

- ¡El perro maldito! -gritó uno de los más pequeños señalando al can.

Los muchachos retrocedieron y pusieron pies en polvorosa hacia sus respectivos barcos; todos querían ver entrar a puerto a La Marygalante y el perro era su pregonero. Ereleig se quedó un tanto confuso y que el Sr. Dandy bajara tan tranquilamente por la pared lo volvió a asombrar. El can se le acercó hasta quedar a unos centímetros de sus pies y movió la cola con alegría. Dio un par de vueltas sobre sí mismo y fue a la cristalera, dónde ladró, saltó y rodó hasta que toda la tripulación le hizo el gesto de recibido.

Ante el amarre se hallaba una carreta llena de provisiones. El Sr. Cook repasó el contenido. Tras él la Sra. Lotte comprobó que, en la caja con su nombre, se hallaba todo lo adquirido en las distintas tiendas, además de los libros de la biblioteca. Los hermanos Uxián también comprobaron un par de cajas y dieron el visto bueno a Kuncita. El segundo sacó su libreta e hizo unas cuantas anotaciones. Ereleig se puso al lado de Opalena.

La muchacha seguía muda y cabizbaja. Le había costado comer y en su mente resonaba una y otra vez aquel nombre que había pronunciado la Sra. Lotte. Hobrén, después había dicho An-Dro y la chica dudaba de si lo había escuchado bien o mal. El extraño sueño de la biblioteca le volvía una y otra vez al pensamiento y aquel nombre, el nombre del destierro, le había herido los oídos. Hobrén era conocido como "el lugar del que nadie vuelve". An-Dro le sonaba de haberlo escuchado en alguna fiesta del Archiduque, era uno de esos lugares dónde sólo eres admitido si perteneces a la nobleza. El miedo volvía a apoderarse de su mente y aquel animal tan cerca no la ayudaba mucho a controlarlo. Además el Sr. Lay estaba extrañamente serio y la chica se preguntaba qué habría ido a hacer de madrugada por la isla. El Sr. Dandy comenzó a corretear alrededor del noray.

- Bien tripulación- comenzó Kuncita- en breve subiremos a bordo. Si les parece bien pasaré ahora la lista: Sr. Roc Refrany Primer Timonel.
- Presente.
- Miss Egane Dulac, segunda timonel.
- Presente.
- Sra. Emma Lotte, enfermera y docente.
- Presente.
- Sr. Hidie Uxián, marinero y mecánico.
- Presto.
- Sr. Corma Uxián, marinero y carpintero.
- Presto.
- Sr. John Cook, cocinero.
- Presente.
- Srta. Opalena, ayudante de cocina.
- Presente -contestó la muchacha a media voz.
- Sr. Ereleig, grumete.
- Presente.

Una vez terminada la lista, el segundo guardó la libreta en su petate y se puso tras el carro de avituallamiento, con el Sr. Dandy a su lado moviendo la cola alegremente. Al poco comenzó a avistarse la silueta de La Marygalante entrando al puerto. La capitana sostenía el timón con el Sr. Eivioc a sus pies. Suavemente el buque se deslizó hasta su sitio y la capitana lanzó un cabo, que los hermanos Uxián tomaron al vuelo y enrollaron levemente en el noray. La nave comenzó a virar hasta que todo el costado estribor quedó a escasos centímetros del embarcadero. Se abrió una puerta corredera hacia la mitad del barco y una amplia rampa se desplegó lentamente hasta unir el buque al amarradero. Era lo suficientemente amplia para que el carro pudiera subir al barco. Lo que sucedió con la ayuda de toda la tripulación adulta.

Una vez vaciado de su contenido, el carro fue devuelto a tierra. Los chicos cruzaron la pasarela y por último el Sr. Dandy subió a bordo. La rampa se recogió, la puerta corredera volvió a su sitio y con un hábil gesto el Sr. Lay desanudó y recogió el cabo que los sujetaba al noray. El Sr. Refrany se hizo cargo del timón y la capitana les dio la bienvenida.

- Bienvendos de nuevo a La Marygalante. Comienza nuestro viaje. Rumbo nor-noreste a An-Dro.

Cada uno de los tripulante fue a su camarote a prepararse para la singladura. Opalena miró nuevamente la borda de estribor, con aquella puerta corredera. Ni rastro de las escaleras por las que habían subido por primera vez a bordo.

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