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martes, 1 de agosto de 2017

Un Sueño con 4 Patas Cap. 8



CAPÍTULO 8

“LA UNIÓN HACE LA FUERZA”



A Julia le había encantado el libro, Daniel ya se lo esperaba. También le había gustado mucho la cesta de mimbre y cuando vio la gualdrapa se le pusieron los ojos como platos.
-La próxima vez que vayas yo también quiero ir.
-No sé si puedes, le preguntaremos a la señora Amalia que es su amiga.
-Tendríamos que empezar a reunir cosas para el rastro de Diciembre, es dentro de dos semanas.
-No me queda casi nada para vender, de cosas que no quiera.
-Tenemos los puntos de libro y la caja de cosas de tu tía. Si supiéramos hacer collares seguro que venderíamos muchos, porque cada vez estamos más cerca de la navidad.
Acabaron de hacer los deberes y se iban a poner a jugar cuando entró la madre de Julia con un paquete en la mano. La llamó y se lo dio.
-Un regalo de la tía Úrsula, que muchas felicidades y que cumplas muchos más.
-¿Es tu cumpleaños Julia? –le preguntó sorprendido Daniel.
-No, es en septiembre, pero mi tía Úrsula siempre me regala en noviembre porque según ella es cuando debía haber nacido, es un poco rara.
El paquete resultó ser un libro de manualidades “Cincuenta proyectos de adornos navideños con material natural y reciclado”, ¿Qué mejor cosa para vender en el rastro? Se pusieron manos a la obra al momento, leyeron el libro de principio a fin, hicieron listas de las cosas que necesitarían y quedaron al día siguiente para comenzar la producción.
Los primeros les salieron un poco feos, pero poco a poco les quedaron casi como los del libro. Durante el fin de semana pasaron horas y horas trabajando, con ayuda de la madre de Daniel el sábado y de los padres de Julia el domingo.
El lunes Julia vendió el primer adorno, una bola de colores hecha con papel. Se la había comprado la maestra por cincuenta céntimos. Marisa, su compañera de pupitre, la había visto y le había gustado mucho. Marisa era muy mañosa y se ofreció a ayudarles si podía quedarse con algo de lo que hiciera. Durante el recreo habían quedado para ir a casa de Julia a trabajar y al equipo se habían añadido las amigas de Marisa: Isabel, Elena, Bruna y Roma, que en realidad se llamaba Rogelia; pero como no le gustaba y se apellidaba Maseta con las dos primeras sílabas de nombre y apellido se había hecho un nombre más presentable según ella.
El martes se les añadió Pablo, un niño de quinto, que era considerado “el artista” del colegio y había ganado un premio de construcción de maquetas. Tras media hora en casa de Julia quedó claro que se merecía tal reputación. Además de la promesa de montar alguna vez el caballo, Pablo se ganó los corazones de Isabel, Elena y Bruna.
El jueves la casa de Julia parecía una fábrica. Su madre fue muy amable, ya estaba un poco harta de tanto niño en casa, pero al verlos tan entusiasmados se dijo que algo bueno estaban aprendiendo y aunque no la dejaran escribir ni una sola letra, era muy bonito ver tantos niños trabajando por un fin común. Estuvo a punto de grabarles con la cámara y enviar la grabación a las cortes, haber si seguían el ejemplo.
El domingo, hasta la naturaleza les ayudó amaneciendo con un sol radiante en un cielo azul, en el que no se veía ni una sola nube. Con tanto sol la gente salió a la calle y aquel domingo el rastro se llenó como hacía mucho no se veía.
Esta vez el puesto de Daniel y Julia estaba lleno de cosas nuevas, pero los precios seguían siendo de ganga. A media mañana vinieron a ayudarles Roma y Marisa. El termómetro del dibujo estaba a más de la mitad y la alegría de los niños iba en aumento.

Por la tarde lo habían vendido casi todo y al recoger les bastó con una caja de botas para guardar lo que les quedó. Lo que menos habían vendido fueron los puntos de libro, pero en total habían conseguido sesenta y siete euros con cuarenta céntimos.

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