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miércoles, 16 de agosto de 2017

Un Sueño con 4 Patas Cap. 9



CAPÍTULO 9

“LOS QUE SE PELEAN, SE DESEAN”



Ese año el puente de la constitución se había convertido en una semana de vacaciones, los padres de Daniel se iban de viaje a París y a él lo enviaron con la tía Esmeralda. Esto supuso que aquella semana no pudiera reunir ni un euro. Aunque trabajar, trabajó y mucho. La tía Esmeralda, casualmente, tenía que limpiar a fondo la casa y pintar los techos y el sótano. Su casa no era muy grande, pero tenía tres plantas. Cuando Daniel vio que también estaba la prima María ya supo que no serian unas vacaciones de las de jugar todo el día.
María era una prima mayor, muy trabajadora, que nunca se quejaba o decía que no y la tía Esmeralda, cada vez que le pedían que se quedara con ella, la ponía a limpiar a fondo su casa. A Daniel le tocó ayudarla, así que imaginad el humor que tenía cuando fueron a recogerlo sus padres.
Lo peor había sido la comida, la tía Esmeralda no acababa de entender bien lo de la celiaquía así que lo había tenido a dieta de arroz, maíz, huevos y patatas casi toda la semana.
El lunes había quedado con Julia para rellenar la cuadrícula, ahora tenían ciento setenta y ocho casillas pintadas y estaban muy contentos, pero también algo preocupados, aún les faltaba mucho dinero y ya sólo tenían dos semanas para conseguirlo. No tenían material para manualidades, a excepción de los abalorios.
-Pol me ha dicho que tenemos que conseguir treintaiséis euros cada semana para poder tener el dinero, o seis euros cada día.
-Mi abuelo me ha explicado que cuando él era pequeño cantaba villancicos por las casa y le daban propina.
-Eso sí que no lo hago.
-Pues en el rastro lo hiciste y no pasó nada.
-Era diferente, no estaba cantando, sólo recitaba.
-Sí que cantabas.
-No, no cantaba.
-¡Sí que lo hacías! Bruna dijo que te parecías a Sergio Dalma.
-¡Pues Bruna es tonta!
-¡Que cara que tienes!, encima que nos ha ayudado, ¡eres un impertinente!
-¡Y tú una sabionda!
-¿A sí? Pues no pienso ayudarte más.
Julia cogió su mochila y salió de la habitación dando un portazo, pidió a la madre de Daniel que llamara a su madre para que la fuera a recoger, le dijera que la esperaba en el portal y salió del piso.
Al llegar a la portería vio a la señora Amalia.
-Hola Julia, ¿venís a limpiar el jardín? Como la semana pasada no vinisteis está un poco descuidado.
-Dígaselo a Daniel, yo no pienso ayudarle más, es un tonto y no pienso ser más su amiga.
-Vaya, esto es grave. Os habéis enfadado. Bueno esperaré a verle para recordárselo. ¿Te vas a ir sola?
-No, mi madre vendrá a recogerme.
La señora Amalia le hizo compañía hasta que llegó su madre. Al día siguiente se llevó un enorme libro del que no despegó los ojos ni un momento durante el recreo e ignoró por completo los intentos de Daniel por disculparse. Esa tarde les tocaba trabajos manuales. Como la profesora estaba enferma y se había tenido que marchar, juntaron ambas clases y los pusieron por parejas. A Julia le tocó Daniel como compañero.
-Julia, por favor perdóname, no volveré a decirte sabionda.
-Me da igual lo que me digas.
-Es que estaba enfadado.
-Encima de que te he ayudado a conseguir un montón de dinero.
-Es que la semana pasada he tenido que quedarme con mi tía Esmeralda y es una pesada. He estado trabajando más que cuando preparábamos el rastro y no me ha dado ni un euro.
-¡Pues te aguantas!
No se hablaron durante el resto de la clase y al salir cada uno fue con su madre. Esta actitud extrañó a las madres que ya se habían acostumbrado a repartirse las tardes, pero decidieron dejar que los niños arreglaran sus problemas.
La señora Amalia le pidió a Daniel que fuera a comprarle comida para el gato. Daniel decidió ir de inmediato, porque ahora oscurecía enseguida y su madre no le dejaba ir solo. Corrió hasta la tienda, compró el saco de pienso y volvió corriendo. Se paró dos portales antes del suyo, porque le faltaba el aliento y entonces se fijó en algo que estaba en el suelo, parecía una papeleta, lo cogió y se dio cuenta de que era un billete de cincuenta euros, el corazón le dio un salto. ¡Aquello sí que era suerte! Entró en el portal y llamó a la casa de la señora Amalia. Esta le abrió con cara preocupada.
-¿Le pasa algo señora Amalia?
-Pues que he perdido un billete de cincuenta euros, se me debe de haber caído cuando te he dado el dinero del pienso.
-Yo he encontrado uno un poco más abajo en la calle. Tenga, seguro que es el suyo.
Daniel le entregó el billete, le dejó el pienso y le aceptó la propina de tres euros, que se empeñó en darle, por ser tan buen chico y tan honrado. Al subir a casa se puso a limpiar zapatos. Entonces le pasó algo raro. Se sentía sólo. Empezó a pensar en lo que estaría haciendo si Julia se hubiera quedado. Era un rollo que estuviera enfadada con él, cuando ella venía limpiar zapatos no le parecía tan aburrido.
Al día siguiente antes de entrar en clase Daniel se acercó a Julia, pero ella ando más deprisa y se metió en su clase. A la hora del recreo leía otro de esos libros enormes que sólo parecían gustarle a ella. Nicolás, un niño de su clase un poco gamberro le dio un tirón y le quitó el libro, Julia intentó recuperarlo, pero Nicolás se lo tiró a Gael y éste a Andrés, de manera que la niña no podía cogerlo. Daniel en cuanto lo vio fue corriendo y cogió el libro cuando volaba de Andrés a Nicolás; con él se fue hasta la puerta, al lado de los profesores, de manera que los niños no se lo pudieran volver a quitar. Julia fue hasta allí y Daniel le devolvió el libro.
-Gracias.
-¿Vienes esta tarde a casa? Es que si vamos a cantar tendré que aprenderme algún villancico, yo no sé ninguno.
-Tampoco era muy buena idea, Susana me ha dicho que está muy pasado de moda, además mi madre me ha dicho que tendríamos que ir al centro de la ciudad, donde pase mucha gente, y que ella no está dispuesta a helarse los pies durante horas por unos pocos euros que podamos ganar.
-Bueno, pero podemos jugar un rato juntos ¿No?
-Bueno, vale.


martes, 1 de agosto de 2017

Un Sueño con 4 Patas Cap. 8



CAPÍTULO 8

“LA UNIÓN HACE LA FUERZA”



A Julia le había encantado el libro, Daniel ya se lo esperaba. También le había gustado mucho la cesta de mimbre y cuando vio la gualdrapa se le pusieron los ojos como platos.
-La próxima vez que vayas yo también quiero ir.
-No sé si puedes, le preguntaremos a la señora Amalia que es su amiga.
-Tendríamos que empezar a reunir cosas para el rastro de Diciembre, es dentro de dos semanas.
-No me queda casi nada para vender, de cosas que no quiera.
-Tenemos los puntos de libro y la caja de cosas de tu tía. Si supiéramos hacer collares seguro que venderíamos muchos, porque cada vez estamos más cerca de la navidad.
Acabaron de hacer los deberes y se iban a poner a jugar cuando entró la madre de Julia con un paquete en la mano. La llamó y se lo dio.
-Un regalo de la tía Úrsula, que muchas felicidades y que cumplas muchos más.
-¿Es tu cumpleaños Julia? –le preguntó sorprendido Daniel.
-No, es en septiembre, pero mi tía Úrsula siempre me regala en noviembre porque según ella es cuando debía haber nacido, es un poco rara.
El paquete resultó ser un libro de manualidades “Cincuenta proyectos de adornos navideños con material natural y reciclado”, ¿Qué mejor cosa para vender en el rastro? Se pusieron manos a la obra al momento, leyeron el libro de principio a fin, hicieron listas de las cosas que necesitarían y quedaron al día siguiente para comenzar la producción.
Los primeros les salieron un poco feos, pero poco a poco les quedaron casi como los del libro. Durante el fin de semana pasaron horas y horas trabajando, con ayuda de la madre de Daniel el sábado y de los padres de Julia el domingo.
El lunes Julia vendió el primer adorno, una bola de colores hecha con papel. Se la había comprado la maestra por cincuenta céntimos. Marisa, su compañera de pupitre, la había visto y le había gustado mucho. Marisa era muy mañosa y se ofreció a ayudarles si podía quedarse con algo de lo que hiciera. Durante el recreo habían quedado para ir a casa de Julia a trabajar y al equipo se habían añadido las amigas de Marisa: Isabel, Elena, Bruna y Roma, que en realidad se llamaba Rogelia; pero como no le gustaba y se apellidaba Maseta con las dos primeras sílabas de nombre y apellido se había hecho un nombre más presentable según ella.
El martes se les añadió Pablo, un niño de quinto, que era considerado “el artista” del colegio y había ganado un premio de construcción de maquetas. Tras media hora en casa de Julia quedó claro que se merecía tal reputación. Además de la promesa de montar alguna vez el caballo, Pablo se ganó los corazones de Isabel, Elena y Bruna.
El jueves la casa de Julia parecía una fábrica. Su madre fue muy amable, ya estaba un poco harta de tanto niño en casa, pero al verlos tan entusiasmados se dijo que algo bueno estaban aprendiendo y aunque no la dejaran escribir ni una sola letra, era muy bonito ver tantos niños trabajando por un fin común. Estuvo a punto de grabarles con la cámara y enviar la grabación a las cortes, haber si seguían el ejemplo.
El domingo, hasta la naturaleza les ayudó amaneciendo con un sol radiante en un cielo azul, en el que no se veía ni una sola nube. Con tanto sol la gente salió a la calle y aquel domingo el rastro se llenó como hacía mucho no se veía.
Esta vez el puesto de Daniel y Julia estaba lleno de cosas nuevas, pero los precios seguían siendo de ganga. A media mañana vinieron a ayudarles Roma y Marisa. El termómetro del dibujo estaba a más de la mitad y la alegría de los niños iba en aumento.

Por la tarde lo habían vendido casi todo y al recoger les bastó con una caja de botas para guardar lo que les quedó. Lo que menos habían vendido fueron los puntos de libro, pero en total habían conseguido sesenta y siete euros con cuarenta céntimos.